En la experiencia humana, el estrés puede clasificarse en dos categorías según su incidencia: agudo (transitorio) y crónico (de larga duración).
ESTRÉS AGUDO: Se produce cuando el individuo experimenta una sensación de peligro inminente (de modo rápido).
Una persona puede experimentar estrés agudo como reacción a alguna de las siguientes situaciones.
- Intimidación por parte de un asaltante.
- El anuncio en vuelo de que el piloto del avión va a efectuar un aterrizaje forzoso.
- Pronunciar un discurso importante frente a un auditorio concurrido.
Dado que se manifiesta esporádicamente, no representa una amenaza a largo plazo para la salud.
La amenaza es percibida en primer lugar por la mente e instantes después el cuerpo reacciona: el ritmo cardíaco se acelera aumenta la sudoración y se desencadenan otros signos fisiológicos, además es habitual sentir miedo.Pasado el momento del estrés, el cuerpo se relaja.
ESTRÉS CRÓNICO: éste estrés que se prolonga durante un largo período. Puede aparecer como resultado de la concatenación de diversos acontecimientos estresantes:
- Presión laboral.
- Situación que no se resuelve, como el cuidado de un pariente enfermo.
El individuo puede sufrir cambios emocionales (ansiedad, irritabilidad depresión), conductuales (agresividad o dependencia de sustancias como el alcohol) y físicos (frecuentes dolores de cabeza, palpitaciones o molestias en el pecho, temblores o sacudidas y sudoración excesiva.) Se puede tender al insomnio y disminución del apetito sexual. Los signos del estrés difieren de una persona a otra, pero suele coincidir el agotamiento.
Tanto para el estrés agudo como para el estrés crónico lo superará mejor la persona que cultiva una actitud mental alegre y positiva, para asegurarse de una sensación de bienestar emocional y física.